viernes, octubre 12, 2007

Barbacoa

El miércoles por la noche, nos fuimos a una barbacoa en casa de una compañero de trabajo de Robin. Tal como os lo digo. Una barbacoa. En París. En octubre. Un miércoles por la noche.

En fin, en París, en París… es mucho decir… Más bien en un pueblucho del extrarradio oeste. Los que nos conocen bien saben lo que pudo costarnos aceptar una invitación en esta zona de limbos. Un gran nada combinando todas las desventajas de París (la densidad de población, los transportes comunes difíciles, la suciedad, el peligro, el ruido…) con las desventajas de las provincias (hay poca cosa que hacer por la noche, las tiendas y los bares cierran muy temprano, casi no hay vida cultural…) Pero como no podemos quedarnos siempre con nuestro papel de pijos parisinos gilipollas desagradables, aceptamos. Y es toda una aventura llegar a estas tierras. Sobre todo cuando hay una alerta terrorista en la estación de Châtelet-Les Halles, que es el cruce de no sé cuántas líneas de metro y de trenes de cercanías. Hay que dar larguísimas vueltas en metro para llegar a una estación de trenes alternativas. Y en París, os lo digo, las estaciones de trenes de cercanías son muy feas. Creo que fueron diseñadas por tránsfugos del régimen de Pol Pot. Allí hay siempre que esperar, porque hagas lo que hagas, siempre te pierdes el tren que quieres: acaba de salir cuando llegas al andén. Tras esperar media hora en el frío, en un entorno salido de una pesadilla de David Lynch, subes al tren y empiezas el viaje hacía la nada.

Cuando llegas allí, te das cuenta que has tardado casi hora y media, cuando el anfitrión te había explicado que, entre otras razones y justificaciones, lo que le convenció de comprar su casa en este punto olvidado de Dios es que está muy cerca de París, no tardas más de 20 minutos en llegar. ¡Mentiroso! La casa está escondida en un lugar imposible, en el medio de lo que parece ser el patio interior de un grupo de edificios de viviendas. Imaginaos algo como los inmuebles cuadrados en Madrid en la zona de Pacífico, con una piscina en el patio común. Pues la misma cosa pero con una casa en lugar de la piscina… Y nosotros en el jardín preparando una barbacoa, con la chaqueta porque pela, y bebiendo mucho porque pela otra vez (sé que es una mala excusa para beber…)

Pero el ambiente fue simpatiquísimo. Son muy majos los compañeros de Robin. Ya conocía a algunos, pero a la mayoría de ellos no. Y ellos tampoco sabían que yo existiera. Pensaban que Robin tenía novia, y él nunca había dicho nada. Robin es chistoso: le gusta gastar bromas… :-)

Lo más divertido antes de cenar. Yo hablaba con la novia de un compi de Robin. Una chica deliciosa, estudiando recursos humanos. Sabéis: este tipo de gente que piensa tener un juicio muy agudo y acertado sobre la personalidad de los demás. En algún momento me pregunta por dónde vivo en París, y se lo digo. Me dice: “Así que muy cerca de donde vive Robin, ¿no?”. Y yo: “Pues sí, muy cerca, puesto que vivimos juntos.” Ella: “No puede ser, él vive con su novia.” Yo: “Sí, sí, la novia soy yo.” Se quedó en blanco. Se dio la vuelta hacía su novio. Abrió la boca pero nada salió. Se dio la vuelta hacía nuestro anfitrión y dijo: “Pero…” Finalmente se dio otra vez la vuelta hacía mí y me soltó: “¡Nooooooooooooo!” y me dejo plantado para ir a hablar con los dos chicos. Estuvo bastante choqueada, supongo por no haberse dado cuenta por sí sola. Pero recuperó rápidamente, al cabo de un cuarto de hora volvió a verme, y luego durante toda la cena se quedó con Robin y yo y no se paró ni un minuto de hablar con nosotros, riendo histéricamente.

Al final: una velada agradable. Volvimos a casa a las 3 de mañana, completamente ebrios, traídos de vuelta a casa en coche por uno de los compañeros de Robin. ¡Qué lindos!

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