viernes, noviembre 09, 2007

Meditación

Hace varios días que voy realmente sobrecargado de trabajo, y cada día, aunque me digo que voy a escribir un post porque he dejado este blog un poco abandonado, al rato me viene alguien más con una nueva tarea urgentísima, pongo mi máscara del Zorro y me olvido de redactar el post que proyectaba.

Y es así que llegamos al viernes sin que os haya contado el acontecimiento más notable de la semana: el lunes pasado, tuvo lugar nuestra iniciación zen. En un verdadero dojo zen, en el centro de París. Con una verdadera monja zen para conducir el ritual (aunque no sé si se puede utilizar este palabra), y dos horas de meditación en postura zazen.

¿Conocéis el budismo? Si no, os recomiendo leer Wikipedia, o descargar esta película.

El budismo no habla de Dios (ni de dios): dice que es un tema demasiado complicado y no sabemos nada acerca de ello, entonces mejor no decir tonterías. El budismo empieza con la constatación que el sufrimiento es inevitable. Y que también es inaceptable. El Buda decidió entonces entender el por qué, y encontrar una manera para ya no sufrir (resumo, resumo mucho). El por qué es (resumo, resumo…) que vivimos en una ilusión: creemos que somos individuos, con un ego y una personalidad, con deseos, gustos y disgustos, y porque estamos convencidos que somos materia. Su solución: realizar que no es así, que somos luz y no materia. ¿Cómo? Entre otras cosas: aniquilar el ego, dejar de querer o no querer, ser verdaderamente y no estar o pensar ser. En fin, cosas complicadas.

El zen es una rama japonesa del budismo que se concentra en una práctica llamada “zazen” para realizar el objetivo del Buda. El zazen es estar sentado (tipo lotus, pero hay otras formas si uno no es muy flexible) con la espalda recta, las manos en un postura especial delante del ombligo. ¡Y es todo! Parece poco, ¿verdad? Pero es sumamente difícil. Los primeros 45 minutos que estuvimos así, me dolía casi todo el cuerpo, intentadlo, ya veréis: la sangre se detiene en las piernas, las articulaciones duelen, la espalda duele y… ¿qué hacer? No se puede mover, nadie habla, no hay ruido… Al principio vienen mil pensamientos, luego el aburrimiento, luego el dolor físico, y volvemos otra vez a los pensamientos…

Suena una campana, y nos ponemos de pie (poco a poco, porque hay que volver a aprender a controlar sus pies después de tanta inmovilidad) para le kinhin: la meditación andando. Con las manos delante del pecho, nos concentramos para armonizar nuestra respiración con nuestros pasos, focalizándonos sobre la estabilidad. Permite también que la sangre vuelva a circular.

Otra companada y volvemos a sentarnos para otros 45 minutos de zazen, pero esta vez la monja da consejos sobre el zazen, en modo koan. Los koans son preguntas, observaciones, enigmas o razonamientos que no se pueden resolver de manera racional ni intelectual.

Y esta vez, mejor sentado, con la respiración tranquila, oyendo a la monja pero sin escucharla realmente, tuve una sensación rara de estar mogollón de bien, y que sólo pasaron 5 minutos antes la última campanada, marcando el fin de la sesión.

No explicaré mucho más, por que realmente, hay que practicarlo y hablar no sirve, pero tengo ahora mucha curiosidad y ganas de ir a la próxima sesión, el domingo que viene

2 comentarios, opiniones, y cotilleo:

A 12/11/07 10:04 , Blogger DeCa dijo...

:)

Vuestra(s) casa(s) siempre me dan tranquilidad. Ahora debe de ser como sumergirse en una especie de fuente fantástica con chorritos contra piedras y luz difusa y cenital... :)

 
A 12/11/07 10:12 , Blogger Vinou dijo...

Eso... y mucha comida también ;-)

 

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