lunes, septiembre 18, 2006

De vuelta

Estamos de vuelta de Marrakech y apenas recuperando del choque inicial. La verdad, no me esperaba eso. El viaje que hicimos a Istanbul hace 3 años no me preparó. Ni el viaje a Rusia hace 10 años. No sé como explicarlo de manera políticamente correcta, así que supongo que no queda más remedio que ser políticamente incorrecto…

Lo que quiero decir es que ya he viajado a países con un nivel económico muy diferente del mío, a países donde podrían considerarnos casi ricos, pero nunca he tenido esta impresión que los autóctonos sólo veían en mí no una persona pero un monedero con patas. En Istanbul, fuera del bazar, la gente deja de acosarte, y hay muchos que intentan hablar contigo medio en inglés medio en lo que puedan, están contentos cuando intentas utilizar las 3 palabras de turco que has conseguido memorizar (es un idioma un poco complicado el turco…) y se entusiasman cuando enseñas que te interesas en su cultura. Lo normal cuando no te comportas como un turista educado, no un gilipollas. Es lo que pasó en Turquía y en Rusia, pero también en países de nivel económico parecido: Inglaterra, Alemania, Italia, España.

Allí en Marrakech, no. Haces 3 metros en la calle y ya hay alguien que se te acerca “Hola los franceses, ¿qué tal?” que se acaba sistemáticamente en (1) el tío quiere llevarte a una tienda cualquiera donde recibirá un porcentaje de lo que comprarás, o (2) quiere enseñarte el camino hacía X (posiblemente con una parada en una tienda – caso 1 – si puede), y te pide dinero a cambio de sus informaciones, o (3) sólo te pide dinero así sin más. En cualquier caso, si no estás de acuerdo para tener tu papel de cajero automático humano, empieza a insultarte y toda la gente en la calle te mira en plan despectivo.

Nosotros, después del estrés del primer día, donde vimos a un tío gritar en árabe a una pareja de turistas que se habían perdido en la kasbah y a quienes había dicho como salir, porque no le habían dado dinero a cambio, nos fuimos el segundo día en el zoco, para ver. Por supuesto nos perdimos, por supuesto un tío nos quiso ayudar, por supuesto nos llevó a una tienda de ropas y por supuesto nos estafaron escandalosamente. Disgusto total para con los marroquíes. Volvimos directamente a la casa de la madre de Robin para planificar una nueva estrategia para el resto de los 10 días…

La casa maternal. Eso sí que es un aspecto positivo del viaje. Muy lujosa, un pequeño palacio árabe, une versión diminuta del alcazar de Sevilla. Dos plantas, 3 habitaciones, 2 cuartos de estar, y una terraza arriba del todo con palmeras y flores, y todo lo necesario para comer y echar una siesta a la sombra, y una vista impresionante al palacio real por un lado, a la Kutubia (es la torre que sirvió de modelo a la Giralda) por otro y las montañas del Atlas detrás. Era la hostia tomar una copa de noche en la terraza, con las estrellas, la luna llena, la Kutubia iluminada y los humos de la plaza Djema el-fnaa a lo lejos. Era también la hostia levantarse por la mañana, subir a la terraza, donde la chacha había ya puesto la mesa del desayuno, y llegaba con el zumo de naranja recién exprimido y los pastelitos que acababa de ir a comprar para acompañar el café.
Sí, porque con la casa venía la chacha: Latifa. A nosotros nos dio un poco de reparo al principio porque es un poco raro tener así a alguien extranjero en tu casa, y que además no es un invitado, es decir que ella te prepara la comida y te sirve, no al revés. Supongo que ella también tuvo que adaptarse, porque 2 chicos que duermen juntos y suben a desayunar en calzoncillos, no debe ser algo que su cultura le preparaba a ver. Pero finalmente todo bien. Además es una cocinera de primera. Nos preparó tajines, ensaladas y cuscus para lamerse los dedos.

Así que a nivel doméstico, todo la mar de bien. Además con la madre de Robin y su marido, nos llevamos de puta madre. El problema era fuera. No íbamos a quedarnos 10 días encerrados en la casa. Entonces empezamos a dar paseos muy largos todos los días, sobre todo en la parte nueva, supuestamente occidentalizada: Gueliz. Se parece un poco a las afueras de Madrid. Así de feo. Bajo un sol implacable (tuvimos alrededor de 40 grados todo el tiempo). Pero allí podíamos andar por las calles sin que nadie intentara pedirnos dinero ni nada. Y también allí estábamos seguros que no habían echado agua más o menos purificada (sobre todo menos) en el zumo de naranja. A notar por esta zona: el jardín Majorelle. Buscaros en Wikipedia quien era precisamente. Lo único que he retenido: era un pintor que pasó varios años en Marrakech para cuidar una tuberculosis. Aprovechó el tiempo para pintar, inventar un tono de azul que lleva su nombre y crear este jardín maravilloso alrededor de una casa tradicional que pintó toda de “bleu Majorelle”. Muy guay.

El colmo de nuestro rollo “Marrakech moderno” fue la noche del sábado. Salimos a un local llamado “le Comptoir”, un restaurante-bar musical bastante pijo, en el barrio del Hivernage (donde los hoteles de lujo). Adornado de manera impresionante, una musica muy buena, unos precios muy parisinos. La fauna: algunos marrakchis adinerados más bien treintañeros, turistas occidentales (sobre todo del tipo viejos gordos feos muy ricos) y putas/putos locales muy jóvenes y guap@s. Contar más o menos una puta/puto por turista. No era el buen ambiente para hacer amigos. Hay otro local, una discoteca “gay” que se llama el Diamant Noir pero todo lo que leímos de ella en Internet indicaba que el sitio era más que cutre y que el ratio puto/cliente superaba el del Comptoir de lejos. Exit el plan salida en el ambiente. Las noches siguientes, nos tomamos litros de zumo de naranja en las varias terrazas de un bar que nos gustó en la plaza Djema el-Fnaa.

Es la plaza central de Marrakech, adonde todos van, locales y turistas. El punto de entrada del zoco. Un circo increíble, muy divertido, con gente y música todo el día. Sobre todo por las tardes a partir de las 6. El típico ambiente oriental como te lo imaginas cuando miras “Lawrence of Arabia”. Por supuesto, si te acercas a un grupo de músicos/acróbatas/domadores de serpientes/chicas que pintan henne, tu cartera ya está muerta (no olvides que estamos en Marrakech). Pero hay una zona con bares y un par de restaurantes, donde los camareros son bastante simpáticos y es un alivio muy grande darte cuenta que hay marroquíes simpáticos. Que puedes beber tés de menta deliciosos, y comer tajines de pollo o cuscus suculentos por un precio por fin aceptable (ejemplo, menú completo ensalada, cuscus de pollo, yogurt casero y té de menta por 4€). Y este alivio es muy necesario. Lo ves: todos los turistas van con los nervios a flor de piel. Se sobresaltan cuando alguien se acerca, sea quien sea. Ves la tensión en los rasgos de sus caras. Hasta a sido la primera vez que no hemos podido hablar con turistas españoles, de tan desconfiados se habían vuelto, peor que unos parisinos en el metro en la hora punta.

Este ambiente de tensión y de desconfianza hizo que no encontramos el chico con quien contactamos por Internet. Conseguimos hablar con él el segundo día por MSN (la mama de Robin tiene el ADSL en su maravillosa casa) y empezó a explicarnos que la mañana siguiente teníamos que ir temprano con él al ayuntamiento a hacer no sé qué papel con tal que era amigo nuestro. Era tan raro y alucinante que cortamos la conversación y decidimos pasar de él y de sus probables estafas para el resto del viaje. Hay que decir que era justo después de la estafa del zoco…Afortunadamente, los últimos días empezamos a relajarnos. Sobre todo porque conseguí acordarme del poco árabe que estudié hace unos años, y empecé a hacer compras en árabe en la tienda debajo de la casa (quiero pan… quiero azafrán… quiero miel…), a hablar un poco con la chacha (quiero beber café con leche), y con el jardinero que cuida las plantas de la casa. Mucho mejor, por fin sentimos que éramos individuos y no sólo recursos económicos. Robin no se relajó tanto porque él no pasó de “quiero beber café”, pero ahora estamos bien decididos ambos a aprender cuanto árabe marroquí como podamos antes de volver la próxima vez. También decidimos que la próxima vez, iremos con amigos a disfrutar de la casa y de su terraza, del sol y de la comida.

La última peripecia del viaje: se equivocaron con mi maleta en el vuelo de regreso. La enviaron a Nantes, y de momento sigo esperando que Air France la traslade a París para recuperarla…

Seguid en contacto: mañana cuento nuestro fin de en París ;-)

1 comentarios, opiniones, y cotilleo:

A 19/9/06 11:06 , Blogger DeCa dijo...

Hola NiñoS!!

Me encanta vuestro blog! :)

Jeje!!

Mis recuerdos de Marraketch no distan de los vuestros. ME alojé en dos riads, uno cerca de la plaza y a media semana, otro en el interior... Y hacia dentro de la ciudad, era increible la pobreza que había. Increible. Creo que el turismo está haciendo lo peor en esta ciudad.

 

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