miércoles, julio 11, 2007

Fin de semana belga, une fois !

Pasamos el fin de con Lalo y Jens en Bruselas. La idea nos salió por que sí, la semana pasada, y porque encontramos una oferta de la SNCF de ida y vuelta en Thalys (el tren de alta velocidad del norte de Europa) y 2 noches en hotel de 5 estrellas por 200€ por persona. Entonces decidimos ir a pasar un fin de semana de famosos allí y hacernos las divinas en el país de los mejillones con patatas fritas, del viernes por la noche al domingo por la noche.

Escogimos el hotel Métropole, que está en pleno centro y sobre todo, que está a 20 metros del Mariconlandia local. Es un antiguo palacio del siglo 19, muy fastuoso, salido de una peli de Sissi emperatriz, un poco en plan pastel de boda. Pero ya he visto habitaciones más guay en otros hoteles de este estanding. En fin, no vamos a quejarnos, ya que al llegar, la dependiente nos dijo que como el hotel estaba bastante vacío durante el fin de, nos daba una habitación de lujo en vez de la que habíamos reservado. No sé por qué a nosotros y no a Lalo y Jens, que tuvieron una habitación normal… “De lujo” significa: con un cuarto de baño más grande, y sobre todo con una cama enorme, ¡con 3 almohadas y puestas! (nos preguntamos si el room service incluía proporcionar un chico belga para rellenar este espacio de sobra… pero parece que no).

Me encantó ir a tomar el aperitivo, los 4, en el lounge del hotel, tomando champañ por supuesto! Lo divertido es que a unos metros, había una pareja de ancianos, pero tipo ancianos forrados con clase, y la mujer bastante impresionante que nos miraba mucho. En un momento, Robin me comentó que a veces se hacía pelis sobre la gente así, y que por ejemplo en el caso de los ancianos, se imaginaba que tal vez, en su juventud hacían intercambios de parejas, o tríos, o cosas del estilo con gente que encontraban en sitios lujosos como este, y que ahora que eran viejos, tal vez no conseguían hacerse con la idea que esta época había terminado. Cinco minutos después, los ancianos pusieron sus abrigos y, en el camino para salir, la anciana se acercó a mí con mucha clase, me puso una mano en el hombro y me dijo en voz muy baja (y muy ronca) “Usted es un pedazo de buenorro” (en francés) y se fue, con mucha clase. Nos quedamos flipando que Robin acertara tanto. Y la verdad es que me sentí muy halagado.

Luego el fin de fue una sucesión de cenar bien y mucho (especialmente el sábado en un restaurante medio chic donde comimos un chataubriand, que es una cantidad excesiva de filete de buey poco asada y servida con nata y pimienta verde), probar cervezas (varios litros de Maes, la cerveza local, el viernes, pero no conseguí digerirla bien y me quedé con la sensación de haber ingerido piedras; y a partir del sábado litros y litros de Kriek, una cerveza con cerezas maceradas, es demasiado buena, es una droga sumamente adictiva!) y gastar demasiado dinero en zapatos y ropa en las rebajas. A notar: con Lalo hicimos una pausa en el peluquero. Me encantó ver la cara de Lalo mientras le cortaban el pelo, tenía pinta de “te voy a matar ya”, aunque al final el resultado no era nada mal. Y yo encantado porque el jovencito que me cortó el pelo es el primero que encuentro que sepa gestionar el pelo largo de un chico. Ni en París ni en Madrid había encontrado tal joya. A ver si la próxima vez que necesito un buen corte, nos cogemos el tren a Bruselas otra vez…

El viernes y el sábado por la noche hicimos debidamente la ruta de los locales de ambiente. Son mucho más divertidos y relajados que en París, aunque como en todo el mundo, está sobre todo lleno de locas que creen que están actuando en una peli de Marlene Dietrich. Una nota especial para el bar de karaoke gay, en que pudimos oír los barridos más lamentables de la historia del karaoke. Otra nota especial para un bar que se llama el Boys Boudoir (¡qué originalidad!), con tíos bastante buenos y uno muy bueno (un mi amorz, como dice Lalo) que intentaba interesarse en Robin y yo, cuando las drogas que había manifiestamente tomadas antes de venir, le dejaban la oportunidad. Pero al final decidimos que no iba a pegar con el hotel, si volvíamos con él y vomitaba en la cama “de lujo”. Así que salimos a tomar las últimas copas fuera. Porque hay que decir que hizo un tiempo estupendo, de verano como Dios manda, y no de noviembre como hace aquí desde el mes de mayo.

Pero lo mejor fue la vuelta, en el tren. Ya habíamos tomado algunas cervezas durante la tarde. Y en el coche-bar del tren, no sé si por buena onda u otra cosa, hicimos migas con la camarera que nos propuso todas las cervezas belgas a 2€! Le compramos todas: 4 Duwel, 4 Brasseuses, y 4 Leffe negras, todas entre 6 y 10 grados de alcohol, y sólo teníamos un trayecto de 1 hora… Acabamos completamente borrachos, soltando tonterías más gordas. Conseguimos animar a nuestros vecinos que, a pesar de su apariencia de macarras (naquitas), eran gays, una pareja con un negro y un blanco, acompañados por la madre del negro. Cuando llegamos a París, la mitad del coche se reía con (de?) nosotros, y la otra mitad nos odiaba directamente. Para no acabar demasiado abruptamente, decidimos seguir, aprovechando la hora feliz en Mariconlandia, con algunas cervezas más. Acabamos fritos.

Conclusión: la próxima vez, cambiamos de hotel y bajamos al Sheraton :-)

2 comentarios, opiniones, y cotilleo:

A 11/7/07 17:07 , Blogger Fer dijo...

Hola Niños!!

Me encantó la anécdota con la mujer en el lounge del hotel... ¡¡Con un par de c____ la vieja!!

Un beso a los dos.

 
A 22/7/07 16:07 , Blogger DeCa dijo...

:)

hola!! :) no había leido estepost! Me encanta la historia de la vieja. ;)

Es q sois muy morbosos!

 

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