martes, enero 29, 2008

Blue Balls

Esta historia la he contado esta mañana a un compañero, y si le ha hecho gracia, seguramente se merecerá un rincón en este blog.

En los años sesenta, mis abuelos vivían en una casa en el campo, cerca de una vía de trenes. Un casa con un corral grande, un poco como esta.


Mi abuelo criaba palomas mensajeras que participaban en varios concursos. ¿No conocéis los concursos de palomas? Los concursantes van con sus palomas a un punto determinado, bastante alejado de la zona en que viven todos, varios cientos de kilómetros a veces, y dejan volar a sus aves todos al mismo tiempo. Luego vuelven todos a su casa, y el ganador es él cuya paloma vuelve primera a casa.

Mis abuelos también criaban gallinas. Y tenían un perro, o más bien dicho una perra. Un pastor alemán que tenía una manía: no aguantaba los uniformes. Me han dicho que es algo bastante común en los perros, pero nunca nadie ha podido darme una explicación: a los perros no suelen gustarles los uniformes. Esta perra, que solía ser muy dulce y cariñosa, se ponía una furia cuando veía un uniforme.

Y como no había caserna de militares ni bomberos en el vecindario, el único uniforme que veía a veces era él del repartidor de correos, que en esta época seguía llevando uno. Y todos los repartidores de la zona, conociendo el perro, sabían que para entregar el correo a mis abuelos, había que quedarse fuera de la verja del corral, del otro lado del portal y llamar, hasta que mis abuelos salieran a recogerlo.

Pero un día vino un nuevo. Con su uniforme nuevo. Y no se le ocurrió a ninguno de sus compañeros explicarle lo del perro (o tal vez sí, pero tal ver era un gilipollas inaguantable, y sus compañeros querían darle una lección). Así que una mañana, el nuevo vino a entregar el correo. Mi abuelo se había ido a un concurso de palomas, y sólo se quedaba mi abuela en la cocina, preparando comida con mi madre y otros hermanos y hermanas suyos, todos pequeños en aquel entonces.

El repartidor abrió el portal y entró en el corral y se acercaba a la puerta de la casa cuando salió la perra enfurecida a toda hostia de donde moraba. Se abalanzó sobre él y le mordió entre las piernas, de hecho, ¡le mordió los cojones! El repartidor gritó y se desmayó.

Al oír el grito, mi abuela salió disparate, vio la situación, gritó a la perra que obedeció y se fue corriendo. Pero el pobre repartidor aún estaba desmayado. Mi abuela, con la ayuda de mi madre, tuvo que llevarlo hasta la casa, donde le quitaron los pantalones para descubrir la amplitud del desastre. Por suerte, el pobre no estaba demasiado herido pero tenía los huevos azules, y finalmente mi abuela, por falta de saber qué hacer, acabó dándole un masaje en los huevos con pomada de árnica, mientras esperaban que llegara el médico.

Cada año, cuando llama a la puerta el repartidor de correo para vender los calendarios del año nuevo, pienso en esta historia familiar, y a veces me digo que deberíamos tener un perro…

lunes, enero 28, 2008

Régimen

El viernes pasado me pidieron que siguiera dando detalles sobre los eventos previstos del fin de: la cena con los vecinos de enfrente, el cumple de Lalabelle, etc. Pues aquí vamos.

No sé si sois como yo en esto, pero muchas veces me pregunto por qué sigo repitiendo ciertos errores, aún cuando he tenido bastante ilustración que si hago tal cosa, me sucederá tal otra cosa desagradable. ¿Por qué, sabiéndolo perfectamente, insisto en hacerlo otra vez? Para descubrir que la conclusión es la misma que la vez anterior, y que hubiera podido ahorrarme esta pena. ¿Os pasa también, o somos nosotros los únicos estúpidos testarudos?

Total que el viernes, invitamos a los vecinos de enfrente a cenar a casa. Aunque hace pocos días contaba en este blog la cena que hicimos en su casa, que describía como una experiencia pesada y desagradable. Por que esta vez fue lo mismo: vienen pero parece que no saben de qué hablar, que empiezan a aburrirse antes de haber quitado el abrigo. Luego nosotros hacemos mil y uno esfuerzos para esbozar una conversación pero cada vez “cae”, como un soufflé preparado por un cocinero inglés, porque tienen una actitud de “esto puede conmigo” con todos los temas. Ya lo han visto todo, y nada vale la pena y todos los demás son gilipollas necios que se dejan llevar por entusiasmos pueriles… Además, todo lo que preparamos para cenar falló, desde el aperitivo hasta el postre, todo nos salió catastrófico. Dicen que cuando cocinas sin entusiasmo ni amor sale siempre mal, pues ahora me parece bastante acertado.

Seguimos convencidos que el mayor de los dos quiere algo con nosotros. Siempre nos mira de una manera que te preguntas si por casualidad no has olvidado subirte la cremallera al salir del baño. Al mismo tiempo, su novio parece no poder aguantarnos y esto genera mucha tensión, como os lo podéis imaginar.

Notado en la conversación, mientras nos cuentan que han comprado billetes para ir de vacaciones a Tailandia este verano, y Robin dice que su hermano, que se casó civilmente aquí en París con una tailandesa, quiere organizar (en un futuro todavía no determinado) una boda tradicional budista en Tailandia para la familia de su mujer y que nos encanta la idea de atender a esto. El joven (bueno cuando digo joven hay que acordarse de que tiene 35 años): “Pues a mí me la sudan los templos y todos sus chismes budistas. Me importa un carajo. Yo voy a Tailandia porque me gusta la comida tai, y para las playas, pero que no me hagan el plan de turista que visita los templos y que quiere mezclarse con la gente. ¡No gracias!” El mayor: “¡Pero, no vamos a ir a Tailandia sólo para estar tirados en la playa y no visitar nada!” Y Robin: “Ah si no quieres visitar los monumentos ni conocer a la gente, pues fuera de la comida y de las playas te quedan las casuchas de putas en Pattaya”, con una sonrisa deliciosamente perversa. Y yo me muero de la risa.

El sábado por la noche, después de un día bastante lleno de compras y limpieza de casa (porque a veces se vuelve necesario), nos fuimos al cumple de Lalabelle. Su marido (el cocinero alemán) había preparado un buffet con toneladas de comida. Estilo alemán, es decir muy rica pero involucrando ingredientes como mayonesa, colesterol y grasas, en proporciones como para provocarte un infarto con el tercer bocado. Además nos preparó unos cócteles con alcoholes alemanes, que me dejaron medio frito bastante rápidamente (también las no-sé-cuantas copas de champagne supongo). Entre otros invitados había Riton. Riton no suele ser un tío muy vivo (Lalabelle lo llama “la mosca muerta”…) y no suele beber alcohol porque no lo gestiona bien (¡ya lo he visto borracho con una cerveza!) y digamos que tiene el alcohol agresivo. No violento, porque no tiene el tamaño como para dar respeto, pero te sale comentarios desagradables, completamente desinhibido. Supongo que será porque en su vida ejerce siempre mucho control sobre él mismo, siempre es muy educado, muy razonable, muy cerebral… Debe subirle la presión interiormente y con una gota de alcohol, ¡pchit! sale como una gaseosa agitada. Pues, sorpresa. Bebió un cóctel también y me esperaba lo peor pero al contrario estuvo muy animado y divertido. Intentó contar cosas de kung-fu a los invitados que no entendían nada y no estaban muy interesados tampoco, pero él seguía demostrando su punto haciendo muchos movimientos a modo de ilustración, pero como estaba borracho, se mezclaba los brazos y se golpeaba a si mismo (a Riton lo encontramos hace 4 años porque siendo maricones, y practicando kung-fu, hacía muchos puntos en común). Y cuando se fue para coger el último metro, en vez de dar un beso a Robin, ¡sacó la lengua y le chupó la mejilla! Esta vez, el efecto del alcohol era muy positivo, encuentro :-) Y es aún más divertido sabiendo que viene con nosotros a Guadalupe durante la primera semana. ¿Quién sabe cómo se va a poner con el ron caribeño y si va a seguir chupando así? Jejeje

A la una se fueron todos los franceses (hago generalizaciones, por supuesto, pero es lo que pasó), y la una y media llegaron los mexicanos. Que trabajan todos en restaurantes y no podían llegar antes. Uno de los mexicanos era una mexicana, y traía con ella a su novio, que era un pedazo de tío, profe de karate y simpatiquísimo. Sobre las 3 ya no podíamos más, el alcohol nos había vencido, y pedimos un taxi para volver a casa.

Momento gore: en la noche me desperté con nausea, con todas estas mezclas de alcohol, pero como soy un discapacitado descerebrado para gestionar este tipo de cosas, poté en la cama :-( Lo confieso, ahora conocéis mi lado oscuro :-(

El domingo por la mañana, el objetivo fue encontrar una farmacia abierta para comprar aspirina, y luego recuperación progresiva, y colada de urgencia. Por la tarde el té en casa de la madre de Robin que está al régimen estricto (come sólo sopa de verduras, manzanas y yogures), pero nos había preparado una tarta de manzanas. Creo que la disfruto por procuración mirándonos comiéndola, la pobre.

Y por la noche vinieron el Vecino y su marido Zapaterito a cenar. El Vecino es el ex vecino que vivía en la misma planta que nosotros en el piso anterior. Hace 4 años hubo tomate con este un par de veces, y era divertidísimo cuando llamaba a la puerta por la noche, con una botella de güisqui y sus ganas de follar. La verdad, nos nos importaría que volviera a pasar algo con él, y su marido, por supuesto, porque tenemos nuestros valores morales, jejeje, y que tiene su punto también el marido. Pero me pregunto también si no estamos un poco “oxidados” ahora en lo que toca al ligoteo, hace mucho tiempo que somos “bons minyons”. Pero bueno, lo importante es el juego. Ah, buena señal con ellos: la comida nos salió muy bien esta vez.

Conclusión: después de las fiestas de fin de año, de los cumples, de las cenas para recuperar con los amigos que no pudieron estar con nosotros durante las fiestas, con las cenas porque nos gusta hacer cenas con los amigos, y con el hecho que hace 15 días que hemos hecho deporte porque tenía una tendínitis al hombro, creo que ahora es urgentísimo ponernos también al régimen. Un poco.

viernes, enero 25, 2008

Wapete

Ayer cenamos con Juju. Fue un poco extraño porque cenamos con ella en su nueva casa, es decir el piso de la Enana, pero sin la Enana, ya que vive ahora el 90% del tiempo en Poitiers. Juju, justo al salir de su práctica de fin de carrera en el mismísimo despacho de Robin, encontró casi por casualidad un puestazo en una agencia de desarrollo sostenible (o algo así, no he entendido muy bien) y va a pasar 6 meses aquí en París, en formación antes que la manden a Nueva York. No tenía previsto encontrar trabajo tan pronto, y había salido ya de su piso anterior, con el plan de pasar unos meses en casa de sus padres, en el norte. Pero ahora necesitaba otra vez un piso urgentemente, y con lo difícil (y caro) que es encontrar un piso en París, se agobiaba la pobrecita.

Al mismo tiempo, nuestra Enana tiene su puesto en el hospital de Poitiers desde noviembre y sólo vuelve a París el fin de semana para hacer la colada. Pone la máquina en marcha y se pira inmediatamente a casa de su marido (el rollete cubano se está convirtiendo cada vez más en marido de verdad) a poner en práctica las palabras guarras en español que le enseñamos, para ver que efecto tienen.

Así que los pusimos en contacto, y ahora Juju sobre alquila el piso de la Enana, y nos invitó a cenar anoche para celebrar su instalación. Pues queda raro estar en esta casa y esperarse a que la Enana salga de la cocina de un momento al otro para decirnos de no manchar el sofá rojo, pero no está…

Pero lo que más nos impactó fue… ¡sur hermano! No recordábamos que nos había dicho que su hermano iba a estar. Además este verano conocimos a otro hermano suyo, uno de 15 años, y no sabíamos que tiene otro. Pero ¡por favor! Este pedazo de hombre de 23 años, cuando lo vi me quedé haciendo “gaaaaaaaa” interiormente y tuve que concentrarme para cerrar la boca. Y luego, durante toda la cena tenía que contar mentalmente hasta diez entre dos veces que giraba la cabeza hacia él para mirarlo, y sobretodo contar hasta tres y girar la cabeza de vuelta, para no mirarlo demasiado tiempo. Ya que es físicamente impresionante (alto, de hombros anchos como un armario, esbelto, con brazos musculosos y veludos, con manos fuertes, y cara de actor de porno checo), pero además es simpatiquísimo, y tiene una sonrisa que te fríe las neuronas directamente. Pfffffff…

Como Robin no reaccionaba en toda la cena, pensé que me impactaba a mí solo. Pero apenas salidos del piso para regresar a casa, Robin me miró con cara de lobo de Tex Avery gritando “¡Jodeeeeeeeeeer!”

Ah, ¡qué pena que no pudiera sacar mi móvil y sacarle unas fotos para poder enseñároslo!

Bueno. Esta noche vienen los vecinos de enfrente a cenar a casa. Habrás menos excitación sexual (de nuestro lado, al menos, jejejeje). Y mañana la fiesta de cumpleaños de Lalabelle. ¡Su último cumple de juventud! Tenemos que encontrarle un regalo adaptado al evento (arf arf arf <- risa sádica).

lunes, enero 21, 2008

Alguien voló sobre el nido del cuco

Nunca había visto desde cerca de alguien con un trastorno mental tan fuerte. Era sólo algo teórico, capítulos vistos rápidamente durante mi curso de neuropsicología en el master. O llamadas nocturnas de esta hermana de mi madre que era alcohólica y tenía crisis de ansiedad (y alucinaciones) ciertas noches. Era algo externo, algo sin textura emocional, algo interesante como mirar un documental sobre insectos raros y un poco asquerosos, pero que te olvidas en unos minutos.

Ayer fue la primera vez que estuve en una clínica psiquiátrica, para ver a alguien que conozco, con quien tengo vínculos emocionales, alguien que tiene un trastorno bastante importante, que parecía ir bien hace sólo diez días, que está luchando ahora mismo contra demonios interiores y no sabe si va a vencer, alguien que puede darse cuenta que su propia mente se derrumbe y no puede hacer nada para volver a darle su integridad, alguien que tiene ataques de pánico porque se ve hundirse en la locura, que te cuenta a ti cosas dementes, sus obsesiones absurdas, sus frases sin sentido, su desesperación, su miedo, que se echa a llorar porque estás aquí y que su mente no puede gestionar la excitación, y llora otra vez porque te vas por esta misma razón.

Alguien que te pide una ayuda absurda que sabes que mejor no vale proporcionársela, que te pregunta cuándo vas a volver, y tu sabes que no puedes volver antes de mucho tiempo, porque tu presencia no es una ayuda, y porque no puedes cargarte con un peso tan enorme, porque no lo podrías encajar, porque tu vida no tiene espacio para algo tan inmenso.

Me entristece, porque me considero un amigo, y no me falta compasión, pero no puedo con tanto. Voy a pensar mucho estos días…

miércoles, enero 16, 2008

Vecindario

Los vecinos de en frente nos ligan, ¿sí o no? Recordad que son estos que tuvimos que “echar” fuera de casa justo antes de Nochevieja porque se eternizaban un poco y el alcohol les estaba poniendo un poco tocones.

Anoche estábamos invitados a su casa a cenar. Con la hija del mayor de los dos. El tiene 44 años, y tiene una hija de 21 años y un hijo de 19 que vive con su madre en Poitiers. Pero la hija vive con nuestros vecinos. Como ella estaba, nos dijimos que finalmente no, no nos ligaban (o que habían decidido dejar el asunto frente a nuestro poco entusiasmo de la última vez) y que la velada iba a ser agradable y relajada.

Pero no. El ambiente fue muy pesado. No sé como explicarlo, pero sabéis, esta impresión que la conversación no consigue arrancar. Hacéis esfuerzos pero a menudo las voces callan y parece que nadie sabe de qué hablar a continuación. O que lo que uno dice, aunque con las mejores intenciones, suena siempre o tonto o agresivo. Una especie de desintonización general.
Lo que creo yo, es que al mayor de los dos, sí que le gustamos bastante, pero al más joven nada. Hasta creo que no nos puede aguantar más psicológicamente. Con lo cual estamos muy sintonizados esta vez, porque encuentro que él tiene un aire de “ya lo he visto todo” y una tendencia a lanzar estos ataques verbales irónicos envueltos de miel que son, para mí, característicos de las maricas parisinas pseudos-cultas y medio-malas. Sin contar que no lo encuentro muy guapo. El otro, entiendo que la gente le encuentra morbo con su aire un poco macho y su cara de ex boxeador (y es cierto, es de una familia de boxeadores, como su padre y su abuelo), pero tampoco me veo pegarle un morreo.

Después de la cena de anoche, ya tenemos claro que no queremos que ocurra nada con ellos, finalmente. Y espero que podamos seguir manteniendo amistad, porque si siempre estamos todos tan poco a gusto cuando estamos juntos, no creo que dure mucho.

jueves, enero 10, 2008

Salir del armario

Esta mañana, tomando el café salvador y despertador al llegar a la oficina, he leído en el blog de Tony que aprovechó la estancia navideña en la casa de sus padres para salir del armario con su madre.

Primero: ¡enhorabuena, Tony! Así me gustas, valiente y honesto. De toda manera, encuentro la valencia muy morbosa y la disimulación repelente.

Segundo: ¿y tu padre?

Total. Esto mi hizo pensar en mi propia salida del armario, o digamos en mis varias salidas.

La primera vez fue cuando tenía 20 años, con un compañero en la universidad, un alemán en Erasmus, que molaba mogollón y que al cabo de varios meses de intentar amontonar valor, invité a casa para cenar una noche, nosotros dos solos. No recuerdo todos los detalles pero sé que muy entrado en la noche, y después de muchas copas de vino, le hice una alusión medianamente clara a que me gustaba mucho, y me contestó algo que en aquel momento interpreté como una negativa muy educada y alusiva como había sido mi proposición. Pero con la perspectiva de los años, y sabiendo lo poco sutil que puedo ser, me digo que es muy probable que el chico no haya entendido nada a mi “alusión”, y que su respuesta no tenía nada que ver con lo que pensaba que era.

La siguiente vez fue unos meses después, con mi mejor amigo. Pasamos la nochevieja juntos, mirando los fuegos artificiales en La Défense, y luego volviendo a casa (en la otra punta de París) andando muy tarde en la noche, y finalmente alrededor de una botella de güisqui que acabamos juntos. Nos dejó mucho tiempo para charlar, y contar todas nuestras ansiedades e inquietudes el uno al otro, y con la dosis de alcohol que me tomé, pues lo solté así sin más. Su reacción (un poco lenta por el alcohol también) fue de preguntarme si duele cuando te dan, y después de la presentación técnica, preguntarme cómo el ser gay iba a afectar mi vida, qué iba a hacer, estas cosas. Pero en este momento no tenía ni puta idea, entonces no supe contestarle.

Unos meses más después, y con el respaldo de este amigo, decidí salir del armario con todo mi grupo de amigos de la universidad. Y como me parecía una ocasión bastante solemne, monté una fiesta en casa (mis padres se habían ido el fin de) diciéndoles que “tenía algo que contarles”. Por supuesto llegaron todos muy curiosos y excitados, y desde el primer momento jugaron a adivinar qué podía ser la noticia. Hasta que un poco más tarde, mientras estábamos algunos en la cocina preparando no sé qué, uno me dijo: “¡Ya sé, eres maricón!”, y contesté: “Sí.”, y él: “Vale, pásame la sal, por favor.” Y punto. Me quedé decepcionadísimo. No sé a qué me esperaba, tal vez como era algo tan importante para mí, y que me daba tanto miedo decírselo, el anuncio se merecía algún tipo de acto divino, el parto de las aguas en el fregadero, o trompetas celestes, o algo así. Pero no, nada. Cuando toda la comida estuvo lista, y que me veían un poco apagado (pensativo más bien), me dijeron todos que bueno, que era gay, que no era un problema, que si tenía novio (¡no! si apenas me había acostado 3 veces hasta este momento…) y basta. Me emborraché con ellos, y me quedé muy contento de tenerlos como amigos.

Y finalmente llego al momento más importante, el más temido… El verano siguiente, tenía novia (por presión social, digamos) pero había conseguido encontrar un puesto de becario en el centro de I+D de Michelin, situado en Clermont-Ferrand, en el mismísimo centro de Francia. Una zona de montañas considerada (por los parisinos) como un lugar remoto hasta donde la civilización todavía no ha llegado. Una especie de Teruel gabacho. Pero la ciudad es bastante grande y yo tenía la firme intención de “probar vivir como gay asumido” allí. Y maricones habían. Encontré muchos gracias a los anuncios gratis de un periódico local (es que en esta época, yo no sabía nada del ambiente, ni siquiera sabía que existía un ambiente, y aún menos cómo hacer para ligar en vivo), y follé mucho, la verdad. Entre estos chicos, había uno que estaba, digamos, “interesado”, pero nunca se había acostado con un hombre aún y no se atrevía a dar el paso. Hablamos mucho él y yo. Como estaba bien bueno, por supuesto intentaba convencerlo de acostarse conmigo, pero le daba corte. Un poco después, el centro donde trabajaba cierro durante 2 semanas para las vacaciones de verano y volví a París. Allí muy pronto recibí una carta de aquel chico, diciendo que lo había pensado bien y que finalmente, cuando volviera a Clermont-Ferrand, quería acostarse conmigo (una declaración poco romántica, pero bueno…). Dos o tres días luego, volviendo de una vuelta con amigos, descubrí a mi madre llorando en mi habitación: llevaba la carta en la mano. ¡Había leído mi correo! Y ahora estaba berreando como una ternera, gritando que iba a tirarse por la ventana (el piso era en la novena planta), luego tirándose al suelo para gemir más a gusto. Pasado el primer choque le dije que tuviera un poco de dignidad, y que al mínimo se sentara en el sillón para llorar. Luego le dije que esto era lo que se merecía por haber leído mi correo. La dejé allí y llamé a mi mejor amigo, puse ropa en una bolsa, recogí la tienda de campo en un rincón y salimos los dos en mi coche para ir a pasar todo el resto de las “vacaciones” en la playa, en el sur de Francia, donde nos lo pasamos bomba, borrachísimos cada día. Cuando volví a París de paso antes de regresar a Clermont-Ferrand, el ambiente familiar era apestoso. Y sigo así durante un año, después que regresara al final de la beca, para el nuevo año universitario. Mis padres casi no me hablaban, o sólo para tratarme de degenerado, o sospecharme de las peores guarradas, exigiendo que justificara todo lo que hacía y donde estaba. Lo que no me impedía vivir mi vida. Lo dejé con mi novia, después de haberle expuesto toda la situación. Y tuve varios novios. Cuando el año universitario terminó, me pijé de casa para ir a vivir con mi novio del momento, sin decir a mis padres donde vivía ni dar noticias. Durante 3 meses. Luego volví a su casa, y la situación había milagrosamente mejorado. No era la paz pero teníamos una tregua que duró hasta que encontrara a Robin. Fue él que hizo que mis padres aceptaran la situación y cada vez más.

Ahora ya no tengo problemas con ellos por ser gay y adoran a Robin.

Fue muy desagradable mi salida del armario con mis padres, pero no tengo remordimientos. Fue una etapa necesaria para mí, para que me aceptara a mí mismo y que aprendiera a luchar para lo que soy. Sin esta fase, no me hubiera vuelto adulto, creo.

Y finalmente, un pequeño video para ilustrar la salida del armario. Muy conocido, pero siempre triunfa :-)


jueves, enero 03, 2008

Referencia cultural

Como lo comenté en el post anterior, durante la fase “videomusical” de la Nochevieja, y gracias a la ayuda de Lalabelle, pudimos descubrir este monumento de la vida artística española de los 90: ¡Locomia!


¡No me lo puedo creer! Pero ¿por qué nos habéis siempre escondido la existencia de este grupo? ¿Por qué nunca oímos sus canciones en los locales de Chueca? Ni tan siquiera en The Moon, que sin embargo es bastante cutre…

La opinión que compartimos con Lalabelle es que los españoles sentéis vergüenza por haber producido esto. ¡Pero no hay por que! Este grupo es una perla, se debería conocer más, es como el colmazo de la Movida, la sublimación del kitsch español ochentero. La verdad, me he vuelto mui fan :-)

Pero no os avergoncéis demasiado. Ya que a mí me parece divertidísimo el video, es que también tenemos por aquí horrores ochenteros que intento disimular al resto del mundo. Por ejemplo estos:

miércoles, enero 02, 2008

¡Feliz año nuevo!

Puedo decir que terminamos bien el año 2007. Desde el viernes pasado, no nos paramos de festejar o celebrar algo ni un día. El viernes hicimos una cena/fiesta en casa para celebrar nuestros dos cumpleaños juntos, él de Robin y el mío. Como sólo tenemos una semana de diferencia, siempre organizamos una sola fiesta justo entre las dos fechas. Éramos doce y como dijimos a todos que no trajeran regalos pero sí bebida, casi todos vinieron con champagne. ¡Fueron 8 botellas que murieron aquella noche, sin contar los 5 litros de sangría! Fue una fiesta “bipolar”: sólo maricones y chicas. Hasta que las chicas, ya bien ebrias y tras haberlas animado bastante, se fueron a buscar a nuestro vecino, el jovencito de la puerta justo al lado, con una botella de champagne en la mano, con lo cual el nene no pudo decir que no y se adjuntó a la fiesta. Sabíamos que había que enviar a las chicas, porque nos tiene un poco de miedo. Cada vez que lo cruzamos en el ascensor estoy convencido que piensa que lo vamos a violar. Tal vez no deberíamos poner el sonido tan alto con las pelis X, creo que su habitación está del otro lado de la pared, y debe pensar que montamos orgías sadomasoquistas…

Hablando de orgía, tuvimos que echar literalmente fuera de casa a los vecinos de en frente. Son una pareja de chicos, profesores de escuela primaria, y viven en la escuela justo frente a nosotros. Los conocimos hace poco y los invitamos porque eran simpáticos. Pero creo que nos encuentran aún más que simpáticos porque empezaron a hacerse un poco tocones y tuvimos que explicitar nuestro deseo de descansar tranquilos, sin ninguna pieza adjunta en la cama.

El sábado el plan era tomar una cerveza rápida con José. Nos citó en un bar de osos en el centro (¡mi primera vez!). Como cenamos con Lalabelle y Jens antes llegamos los 4 con retraso y mientras tanto él ya se había enrollado con una pareja de un australiano y un surafricano (¿dónde viven exactamente? no me queda bien claro.) Finalmente la cerveza se convirtió en muchas cervezas, hasta que nos echaran del bar cuando cerraron. Desviamos las proposiciones de los dos australes (¡es impresionante el éxito que tenemos con los cuarentones últimamente! debe notarse que hemos cumplido años…), pero como se había apuntado al final la Enana, fue ella quien se llevó el premio a su casa.

Vuelta a casa andando en el frío a las 3 de la mañana, completamente borrachos.

El domingo apenas recuperamos que nos fuimos a casa de Lalabelle y Jens para un café con Stohlen, tradición alemana, un pastel delicioso con mazapán y chocolate. Y por la noche salimos los dos a cenar para el cumple de Robin. Descubrimos un restaurante japonés estupendo no muy lejos de casa. Pero esta vez cenamos con té verde, porque hay que descansar el hígado de vez en cuando.

Y el lunes hicimos otra fiesta en casa para Nochevieja, con Lalabelle y Jens, Resurrección y la Enana, y otros amigos menos conocidos por aquí. ¡Nos los pasamos DE AGASAJO! La frecuentación de Lalabelle así a diario durante 4 días empieza a tener impactos en mi vocabulario, jejeje… Mucho champagne, muchísima (demasiada) comida, un poco acertado intento de bailar en un momento, pero que se acabó en un concurso de los peores videos musicales de todos nuestros países (Francia, España, México, Grecia y Alemania) gracias a YouTube. Por cierto, y gracias a Lalabelle, descubrí en esta ocasión cierto grupo musical español del cual volveré a hablar muy pronto…

Todavía no tengo las fotos aquí en el curro, pero en pronto actualizaré el post.

El martes estuvo tranquilito en casa de la madre de Robin. Empezamos el régimen estricto, porque ahora sólo nos quedan 30 días para recuperar nuestros cuerpos de dioses griegos antes de ir a Guadalupe.

Ah, y me olvidaba: ¡Feliz año 2008 a todos!